30 enero, 2018
A Jorge Rodés le diagnosticaron un tumor cerebral benigno cuando solo tenía 3 años. Ahora tiene 35, está casado y tienen un precioso niño de 2 años que se llama Jaime. Su historia puede parecer excepcional -porque lo es-, pero Jorges hay muchos: niños de Aspanoa que se curaron, crecieron y ahora tienen sus propios hijos.
“De la operación para quitarme el tumor no me acuerdo: tenía solo tres años -cuenta Jorge mientras su hijo, muy observador, escucha atento sentado en su carrito-. Pero sí recuerdo haber ido mucho al hospital con mi padre. Por ejemplo, el día que nos íbamos con el colegio a la Granja Escuela no pude ir porque tenía un escáner. Luego mi padre me llevó. Fuimos los dos solos”.
Aquella fue una operación compleja, de la que se desconocía qué secuelas podía dejarle. Finalmente, conforme fue creciendo, acabó desarrollando una pérdida auditiva y tuvieron que ponerle una primera prótesis con 16 años y otra con 20. “Ahora parece que ya no pierdo más oído, estaba relacionado con el crecimiento”, explica.
Pero la verdad es que escucha bien: esta entrevista la hizo sin audífonos. “Sí, oigo bien. Pero tengo problemas con los agudos y sobre todo con los espacios donde hay mucho ruido”, indica.
Al final, y afortunadamente, esta es la única secuela que le queda. Porque al principio sus padres temían que no pudiera estudiar o hacer una vida normal. “Por eso mi padre se emocionó mucho cuando acabé la carrera“. Estudió Ingeniería Técnica Informática en el campus de la Universidad de Zaragoza en La Almunia. Y después comenzó a trabajar. Primero, un año y medio en la Confederación Hidrográfica del Ebro, y después, 10 años en la empresa iaSoft, perteneciente al Grupo Oesia, especializada en el desarrollo de sistemas informáticos y de páginas web, sin ir más lejos, la de Aspanoa.
A su mujer, Elisa Isabel Arévalo -‘Eli’, para los amigos- la conoció por internet. Tiene 36 años, nació en Calatayud, vivió una temporada en Lérida y se mudaron definitivamente a Zaragoza cuando ella empezaba 6º de Primaria. “Somos el ejemplo de que conocer a gente por internet a veces funciona“, se ríen. Quedaron en 2010 en La Antilla -una conocida bocatería de Zaragoza-, se cayeron bien y al día siguiente empezaron a salir con más amigos. Una cosa llevó a la otra y en 2014 acabaron casándose. “Yo no me fiaba mucho de él -cuenta Eli entre risas-, Jorge era muy salidor”.
Jaime es un niño más observador que hablador. “En eso ha salido a su madre”, cuenta Jorge, mientras Eli dice que se parece sobre todo a Jorge físicamente. Es moreno. “A mí siempre me había dado un poco de miedo contar lo que me había pasado. Lo de llevar audífonos, cuando eres un crío, se lleva mal”. Pero Eli lo vio con absoluta normalidad. “Oirá poco, pero habla por los codos. Jorge no calla nunca”, se ríe.